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El bueno, el feo, el malo y el proceso de selección

El bueno, el feo, el malo y el proceso de selección

Recientemente un titular de un medio de comunicación llamó mi atención: «Reconstruyendo el cementerio de El bueno, el feo y el malo”. Al leerlo vinieron a mi mente recuerdos de una de mis primeras experiencias profesionales y tuve que esbozar una sonrisa.

Al parecer un grupo de voluntarios españoles está reconstruyendo el cementerio de Sad Hill, el escenario que enfrentó en 1966 a Clint Eastwood, Eli Wallach y Lee Van Cleef en el duelo a tres bandas que culminó la película. Comenzaron en octubre y está previsto que continúen hasta verano de 2016, prácticamente coincidiendo con el 50 aniversario del estreno de la película.

La escena fue rodada en la provincia de Burgos. El cementerio fue construido por un pelotón de militares españoles siguiendo las directrices del diseñador de producción fetiche del director Sergio Leone, Carlo Simi. Se trata de un círculo de unos 300 metros de diámetro que rodean más de 5.000 tumbas simuladas y con un centro empedrado.

En mi caso, y aunque el tiempo vuela, todavía no han pasado 50 años de aquella anécdota que recordé al leer el titular. Y aunque no aconteció en Burgos, no fue muy lejos de allí. En Madrid a unos 150 Kms. Pero había similitudes. Y nos las hizo ver nuestro cliente.

La selección y los personajes

Esta selección la vamos a llevar tú y yo, me dijo una experimentada compañera que por aquel entonces ejercía de responsable del área y era experta en el sector que operaba la compañía que nos había encargado el proceso. Pero te va a sorprender un poco el interlocutor, añadió para prevenirme. Aunque es un tanto peculiar en las formas sabe muy bien lo que quiere. Y es un buen cliente.

En la primera reunión el cliente nos dijo: mirad, lo tengo claro, quiero tener tres candidatos finalistas, el bueno, el feo y el malo. Pero uno de cada, añadió con firmeza (y en aquel momento no percibí el menor atisbo de ironía), nada de dos buenos y uno feo o dos malos y uno bueno, o cualquier otra combinación que se os ocurra a los malditos consultores… Y entonces se dirigió a mí, con un punto de ansiedad en su mirada, y me dijo ¿por qué tú has visto la película?, ¿sabes de lo que hablo, no? En aquel momento me di cuenta que mi compañera, evidentemente, tenía que haberla visto. Probablemente varias veces. Tantas como procesos de selección había hecho para esa empresa.

Ya solo por la música de Ennio Morricone vale la pena verla, contesté sin saber muy bien por qué. Tal vez la telepatía con mi compañera (que por un momento pensó que perdíamos el cliente) funcionó en aquel momento. O aconteció algún fenómeno extraño que todavía no acierto a explicar. El caso es que creo que me dejé llevar por una intuición: spaghetti western y música de Morricone. Porque yo no había visto la película. Y no solo salí del paso sino que tuve la suerte de tocar su fibra sensible y dejarle una huella emocional positiva. ¿Por qué no dejas que en esta ocasión él se encargue del proceso de selección?, le dijo a mi compañera al despedirnos.

Yo en ningún momento le he dicho que la vi, le dije a mi compañera ante sus preguntas nada más abandonar las instalaciones del cliente. ¿Pero tú la has visto o no?, insistió. Pues de momento no, pero la veré, contesté. Seguimos caminando en silencio. Al cabo de un rato, se paró, me miró y me dijo: serás un buen consultor. En aquel momento en el que iniciaba mi trayectoria profesional no entendí muy bien lo que me quería decir.

Las enseñanzas del proceso

Tuve la fortuna de que para afrontar este proceso mi compañera, evocando a la película, me dio unas pautas fundamentales que procuro tener presentes en cualquier proyecto:

  • Conoce bien el tesoro. Habla con quiénes saben cómo es.
  • Preocúpate por saber cómo es el cementerio en el que está escondido y en qué tumba en concreto.
  • Aunque a priori pienses que lo que quiere el cliente es seleccionar al bueno, no es así. En función de lo que busca para el puesto puede seleccionar a cualquiera de los tres candidatos.
  • Es necesario saber lo que en esta ocasión entiende por bueno, feo o malo.
  • En el duelo final no le digas cuál es cada uno. Le estarías poniendo etiquetas previas. Que sea él quién lo descubra. Luego lo ponéis en común y contrastáis opiniones.
  • Y añadió, por si no sale bien el proceso, en ese cementerio deja una tumba libre para ti.

Aquella selección fue muy enriquecedora. Y como me hizo ver el cliente, había similitudes con la película. Un tesoro que encontrar y ganar (incorporarse a un puesto directivo de una empresa en crecimiento), un cementerio lleno de tumbas (candidatos que se fueron quedando en el proceso), un duelo final entre los tres finalistas…

Y, por si faltase algo, el anterior propietario del tesoro también había fallecido. Laboralmente hablando, me aclaró el fan de Morricone. No me dejó alternativa, debí haberlo hecho hace tiempo, añadió mientras se guardaba el bolígrafo en el bolsillo interior de su americana. Como si fuese una pistola.

 

Crédito de la foto: foter/Anyadora/photo on flickr

Alberto Chouza

Gestión y captación del talento, desarrollo profesional, marca personal, inteligencia emocional, coaching, responsabilidad social corporativa o deporte son algunos de los ámbitos en los que me he ido especializando. Pero no, no soy un experto. Soy un aprendiz que se hace preguntas en un entorno que cambia muy rápido.

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