Hace apenas unos días, mientras tomaba tranquilamente un café a primera hora de la mañana y aprovechaba mientras tanto para ojear la prensa, sonó un teléfono móvil en una de las mesas próximas. Un joven, que estaba acompañado por otras dos personas, descolgó y contestó a la llamada. Al cabo de unos instantes, con gesto serio y voz alterada dijo: “me ha vuelto a ocurrir lo mismo. Después de la entrevista de selección creí que me iban a elegir. Fue todo perfecto. No lo entiendo”.
Sus dos compañeros de mesa, un chico y una chica, le lanzaron mensajes de apoyo y ánimo. Pero él parecía no atender a razones, estaba bastante afectado. Al cabo de un rato comentó que necesitaba salir a dar un paseo y tomar aire. Te acompaño, le dijo la chica. No, prefiero estar solo. Gracias de todas formas, le contestó.
Lo vi salir solo, con paso cansino, mirada en el suelo y hombros caídos. Y me vinieron a la mente los versos de Neruda. “Podría escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo, la noche está estrellada…”.
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