Pocos días antes del verano del año 2008 estaba con unos compañeros en una cafetería próxima al lugar de trabajo. Mientras tomábamos el café y charlábamos sobre los primeros síntomas de la nueva crisis que por aquel entonces empezaba a asomar, se nos acercó el camarero y también propietario del local. Esto va para largo, nos dijo. Olvidaros de que sea algo pasajero, durará muchos años. Una generación entera, recalcó por si no había quedado claro lo de que iba para largo. Su mensaje, poco alentador sin duda, lo acompañó de un discurso bastante sólido aunque en aquel momento esperásemos que fuese equivocado.
Su visión de la crisis
Para defender su profecía ponía especial énfasis en argumentos relacionados con la actitud y los comportamientos de las personas. Hablaba de motivaciones y valores. Lo hacía con vehemencia. Nos decía, mirad, alguien dijo que el dinero es un estiércol estupendo como abono, lo malo es que muchos lo toman por la cosecha. Y es que los hay tan pobres que solo tienen dinero. Y al decirlo su mirada me dio la impresión de que se posó en dos hombres que ocupaban una mesa próxima a la puerta.
De todos estos, dijo sin especificar nadie en concreto pero abriendo ampliamente los brazos con una expresión que superaba las paredes de la cafetería y también la pantalla de la televisión que estaba encendida, son unos necios todos los que parecen serlo. Y de los que no lo parecen, son necios por lo menos la mitad. Y además os digo que aquí todavía será peor, sentenció poco antes de que nos fuésemos. Un poco asustados desde luego. Preferí ni saber a lo que se refería concretamente cuando decía aquí.
Con el paso del tiempo su pronóstico no parece muy desencaminado. A él lo empiezo a recordar como una especie de visionario. Tal vez dispusiese de información privilegiada. Quién sabe. A los pocos meses ya había traspasado la cafetería. Aquel día de 2008, aunque no era consciente de ello, en cierto modo estaba recibiendo una especie de conferencia en la que se defendía una teoría sobre el origen y las consecuencias de la situación económica a la que nos estábamos empezando a enfrentar. Y sobre todo estaba construida desde el sentido común.
Las oportunidades y las prisas
En alguna ocasión lo vi paseando por la calle. ¿Algún cambio en las previsiones?, me atreví a preguntarle. Ninguno relevante, contestó. Pero cuidado con los del discursillo fácil y vacío, ya sabes esos que te cuentan lo de la crisis y la oportunidad como si el que no la aprovecha para hacerse multimillonario fuese además de un fracasado, estúpido.
Dicen que una oportunidad es una oportunidad mientras alguien más no sepa que lo es. Este pensamiento si no lo manejas bien puede llevarte a vivir entre las prisas y las urgencias. No quieres bajar la guardia, quieres aprovechar todas aquellas oportunidades que crees pasan por delante de ti, no quieres dejar pasar ningún tren. Consideras que el tiempo es oro y no hay que desperdiciarlo. Y de pronto estás metido en una bola de nieve que no para de girar, de crecer y te arrastra hacia ninguna parte.
La prisa sin un cierto nivel de control en realidad demuestra miedo e inseguridad. En muchas ocasiones, uno de los mayores errores es no saber esperar. Y, si lo haces, entonces tal vez se presente la oportunidad que otros no supieron ver.
La última vez que me encontré al camarero parecía un estudiante de camino a la Facultad. Iba caminando lentamente con un libro en la mano. Ahora leo y paseo, a eso me dedico sobre todo, me dijo. Y me acordé de aquello que dijo Cervantes, el que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho.
Y entonces me di cuenta que él sí había convertido la crisis en una oportunidad.
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