Una vez vivía un demonio que tenía una dieta peculiar: se alimentaba del enfado de los demás. Como su campo para comer era el mundo humano, para él no había falta de alimento.
Así comienza una antigua historia budista. Y con una acalorada discusión provocada por la mala gestión de nuestras emociones es como acaban, o empiezan a terminar, muchas relaciones.
Hay un proceso de enfado que va desde la leve irritación hasta la cólera. Dante Alighieri, en su obra La Divina Comedia, puso a los iracundos y a los malhumorados en el quinto círculo del Infierno mientras que ubicó a los que habían cometido el pecado del “enojo” en el Purgatorio, donde podían ser salvados.